Igual
solo es impresión mía, pero parece que el mercurio, cansado del
ajetreo de los últimos meses, ya no escala los grados dentro de su
encierro de cristal con la misma soltura de días atrás. La tarde y
la cena ya no confunden sus horarios y las primeras lluvias otoñales
-en algunos sitios para bien, en otros para mal- han empezado a
saciar la sed de los cauces secos y cuarteados.
Parece
que ya es hora de empezar a recuperar rutinas y rutas de
entrenamiento que el rigor del verano había vuelto intransitables.
También es la hora de recuperar horarios más normales porque,
aunque
parezca mentira, los runners dormimos menos en vacaciones, buscando
horarios en los que el calor del sol no nos alcance y acabe con
nosotros mientras aún estamos corriendo (lo se, suena
casi a película de vampiros).
Un
buen lugar de entrenamiento para recuperar en otoño es, sin ninguna
duda, la playa.
Las
grandes concentraciones de gente van desapareciendo y la calidez del
sol junto con la brisa del mar se agradecen mientras se hace
ejercicio pero, además, tenemos a nuestra completa disposición
todas las infraestructuras e instalaciones que podamos necesitar y
que quedan vacías tras la desaparición de los turistas: zonas de
ejercicio, carril bici, plazas de aparcamiento, fuentes cada pocos
cientos de metros, locales para tomar algo fresco o almorzar... ¿qué
más se puede pedir?
Para
correr contamos con un recorrido junto al mar de casi 3 kilómetros
de longitud partiendo desde el monumento al actor valenciano Antonio
Ferrandis (recordado sobre todo por su papel como
“Chanquete” en la serie televisiva de los años 80 “verano
azul”). El monumento se ubica en la parte del paseo
más próxima al puerto y al centro de la ciudad.
Esos
3 kilómetros de recorrido nos permitirán recorrer tanto la Playa
del Cabañal (Las Arenas) como la Playa
de la Malvarrosa y, ya en el termino municipal de
Alboraya, la Playa de la Patacona.
A
lo largo de nuestro trayecto podremos alternar diferentes
firmes: Desde tierra compactada y asfalto hasta
-desafortunadamente para nuestras rodillas- hormigón y pavimento
(¡no se puede tener todo!).
De
cualquier manera, es cierto que tres kilómetros (y sus tres de
vuelta, claro) se quedan cortos para muchos corredores y corredoras
por lo que conviene saber que, una vez finalizado el paseo marítimo,
un pequeño camino rural frecuentemente utilizado por ciclistas y que
discurre paralelo al mar, nos permitirá continuar hasta la vecina
Port Saplaya, en la que podremos
encontrar su magnífica playa, un centro comercial donde reponer
fuerzas y un bonito puerto interior.
Así,
con este recorrido añadido, nuestra ruta alcanzará los 5
kilómetros justos que -contando con que tenemos otros tantos
kilómetros de vuelta- nos permiten alcanzar unos 10 kilómetros de
trayecto, que pueden ya considerarse una distancia respetable.
Este
nuevo trayecto nos permite descubrir además otros rincones
interesantes a lo largo del recorrido, como la pequeña ermita
del Milagro de los peces, erigida casi a orilla de la
playa en el lugar exacto en que, según la leyenda, unos peces
obraron un curioso milagro a mediados del siglo XIV.
La
ermita actual, de estilo neogótico, fue construida a principios del
pasado siglo sobre los restos de otra pequeña ermita más antigua.
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