jueves, 8 de noviembre de 2018

Semenya. Una atleta acusada de ser hombre



Caster Semenya, la atleta que fue acusada de ser un hombre tras su victoria en los mundiales de Berlín de 2009 y que es quizá el caso mundialmente más conocido de hiperandrogenismo, vuelve a ser noticia tras la última decisión de la IAAF.


Caster Semenya es una atleta sudafricana nacida en 1991 en un pequeño pueblo de una provincia al noreste de Sudáfrica. Entre los mayores logros de esta deportista hasta el momento se cuentan sus dos oros en 800 metros de los campeonatos mundiales de Berlín 2009 y Londres 2017 y ser la primera sudafricana en obtener el oro olímpico en pista (Río, 2016).

Esta atleta, por desgracia, no será tan recordada en el futuro por sus logros deportivos y su inmensa popularidad en su país, como por su inusual condición hormonal y su enfrentamiento a la IAAF, que lleva generando titulares desde hace algunos años.




Y es que Caster Semenya -al igual que otras atletas como Dutee Chand y Margaret Wambui- padece una diferencia hormonal denominada hiperandrogenismo que hace que su cuerpo produzca un mayor nivel de andrógenos como la testosterona y otros.

El aumento de niveles de estas hormonas -típicamente masculinas- suele provocar en las mujeres que se encuentran en estas circunstancias, un inusual incremento de niveles de hemoglobina y un mayor desarrollo muscular, así como la presencia de más vello corporal y una apariencia más masculina.


Y aquí es donde viene el problema:
Por un lado, no pocas personas consideran que los elevados niveles de estas hormonas suponen una ventaja competitiva injusta, similar a la que se obtendría mediante dopaje. No en vano, un reciente estudio financiado por la IAAF y la Agencia Mundial Antidopaje ha concluido que dicha ventaja se situaría entre un 1,8% y un 4,5%.

Sin embargo, por otro lado, no debemos olvidar que las atletas que se encuentran en esta situación no han recurrido a ningún tipo de “trampa” o dopaje y que sus niveles hormonales son completamente naturales e innatos.

A nadie se le ocurriría, por ejemplo, limitar la altura máxima a los jugadores de baloncesto. Entonces ¿Por qué limitar los niveles hormonales de las atletas?
Numerosos casos similares, que nunca se cuestionaron como ventajas injustas, han sido citados en los medios como ejemplos que ponen de manifiesto el trato discriminatorio hacia estas mujeres (como la capacidad cardiovascular de Miguel Indurain, la envergadura de los brazos de Phelps o la clara superioridad de los corredores etíopes o keniatas).


Toda esta historia comienza en el momento en que, tras una apabullante victoria en los mundiales de Berlín de 2009, una jovencísima Caster Semenya (contaba entonces 18 años) es acusada de ser un hombre, por algunas de sus contrincantes, apenas traspasada la línea de meta. Entre ellas, la italiana Elisa Cusma, que no tuvo reparo en decir de Caster que “Ella es un hombre”.

No es necesario decir que, a partir de ese momento, la joven atleta (que nunca se había cuestionado su femineidad) se vio sometida a todo un ejercicio de crueldad mediática y un juicio público acerca de su identidad sexual.

Las pruebas de género a las que se vio obligada a someterse, pusieron de manifiesto que carecía de útero y ovarios, así como la existencia de testículos internos y niveles de testosterona tres veces superiores a lo usual. Es decir, padecía hiperandrogenismo.
Pese a ello, algunos meses más tarde, la IAAF acató la opinión de un grupo de expertos médicos y se permitió a la atleta volver a competir. Además, nunca se le retiró su victoria de Berlín ni el premio económico.

El punto anterior me parece muy relevante en el sentido en que, parece ser que a criterio médico, quedó perfectamente zanjada y clara la condición de mujer de la atleta, lo que pareció reducir el problema a un asunto niveles hormonales…
Por ello la IAAF estableció, para todas las atletas, un límite de 10 nanomoles de testosterona por litro de sangre como límite para poder competir. Es decir, tanto Caster Semenya como otras atletas en su misma situación deberían medicarse para limitar su producción de testosterona si querían seguir participando en las grandes citas.

Y así quedó la cosa…Semenya siguió compitiendo y cosechando algunos éxitos, aunque a un nivel más discreto, hasta que la atleta india Dutee Chand, aquejada del mismo problema, se negó a tomar ninguna medicación ni a realizarse intervención alguna e interpuso en 2015 un recurso al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).
Con ello consiguió que la norma quedara en suspenso hasta julio de 2017, dejando vía libre a la conquista de las olimpiadas de Río 2016. Semenya, quizá en parte al verse liberada de los límites que le imponía su medicación, se convertiría en ese momento en la primera mujer sudafricana en volver a casa con un oro en pista. El de 800 m. Su especialidad.







Un nuevo capítulo
Un nuevo capítulo es el que abre la última decisión de la IAAF, exigiendo que las atletas con hiperandrogenismo -antes de este 1 de noviembre de 2018- reduzcan a 5 nanomoles la cantidad de testosterona por litro de sangre para poder competir. (Si, efectivamente. La mitad que antes…). De no cumplir con estos valores, solo podrían competir como hombres o pasarse a otras disciplinas en las que no exista esta limitación.

Pero la norma es también polémica y ha suscitado numerosas críticas en otros aspectos como, por ejemplo, que solo aplique para las competiciones entre los 400 metros y la milla, no teniendo efecto sobre disciplinas como lanzamientos, o distancias mayores.

Realmente parece una norma escrita pensando exclusivamente en una única atleta.

Pero en esta ocasión Caster Semenya ya no es ninguna joven asustada, cuenta con el apoyo incondicional de la gente de su país y de su gobierno y ha presentado batalla legal en el TAS. De sus recientes declaraciones, me quedo con las siguientes frases:

Solo quiero correr naturalmente, como nací. […] No es justo que la gente cuestione quien soy. Soy Mokgadi Caster Semenya. Soy una mujer y soy rápida



Fuentes de información:





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