Caster
Semenya, la atleta que fue acusada
de ser un hombre tras su victoria en los mundiales de
Berlín de 2009 y que es quizá el caso mundialmente más conocido de
hiperandrogenismo, vuelve a ser
noticia tras la última decisión de la IAAF.
Caster
Semenya
es una
atleta sudafricana nacida en 1991 en un pequeño pueblo de una
provincia al noreste de Sudáfrica. Entre los mayores logros de esta
deportista hasta el momento se cuentan sus dos
oros en 800 metros de
los campeonatos mundiales
de Berlín 2009 y Londres 2017
y ser la primera sudafricana en obtener el oro
olímpico en pista (Río, 2016).
Esta
atleta, por desgracia, no será tan recordada en el futuro por sus
logros deportivos y su inmensa popularidad en su país, como por su
inusual condición hormonal y su enfrentamiento a la IAAF, que lleva
generando titulares desde hace algunos años.
Y es que Caster Semenya -al igual que otras atletas como Dutee Chand y Margaret Wambui- padece una diferencia hormonal denominada hiperandrogenismo que hace que su cuerpo produzca un mayor nivel de andrógenos como la testosterona y otros.
El
aumento de niveles de estas hormonas -típicamente masculinas- suele
provocar en las mujeres que se encuentran en estas circunstancias, un
inusual incremento de niveles de hemoglobina y un mayor
desarrollo muscular,
así como la presencia de más vello corporal y una apariencia más
masculina.
Y
aquí es donde viene el problema:
Por
un lado, no pocas personas consideran que los elevados niveles de
estas hormonas suponen una
ventaja competitiva injusta, similar
a la que se obtendría mediante dopaje.
No en vano, un reciente estudio financiado por la IAAF y la Agencia
Mundial Antidopaje ha concluido que dicha ventaja se situaría entre
un 1,8% y un 4,5%.
Sin
embargo, por otro lado, no debemos olvidar que las
atletas que se encuentran en esta situación no han recurrido a
ningún tipo de “trampa” o dopaje y que sus
niveles hormonales son completamente naturales e
innatos.
A
nadie se le ocurriría, por ejemplo, limitar la altura máxima a los
jugadores de baloncesto. Entonces ¿Por qué limitar los niveles
hormonales de las atletas?
Numerosos
casos similares, que nunca se cuestionaron como ventajas injustas,
han sido citados en los medios como ejemplos que ponen de manifiesto
el trato discriminatorio hacia estas mujeres (como la capacidad
cardiovascular de Miguel Indurain, la envergadura de los brazos de
Phelps o la clara superioridad de los corredores etíopes o
keniatas).
Toda
esta historia comienza
en el momento en que, tras una apabullante victoria en los mundiales
de Berlín de 2009, una
jovencísima Caster Semenya (contaba entonces 18 años) es acusada de
ser un hombre, por
algunas de sus contrincantes,
apenas traspasada
la línea de meta. Entre ellas, la italiana Elisa Cusma, que no tuvo
reparo en decir de Caster que “Ella
es un hombre”.
No
es necesario decir que, a partir de ese momento, la
joven atleta (que nunca se había cuestionado su femineidad) se vio
sometida a todo un ejercicio de crueldad mediática y un juicio
público acerca de su identidad sexual.
Las
pruebas de género a las que se vio obligada a someterse, pusieron de
manifiesto que carecía de útero y ovarios, así como la existencia
de testículos internos y niveles de testosterona tres veces
superiores a lo usual. Es decir, padecía hiperandrogenismo.
Pese
a ello, algunos meses más tarde, la IAAF acató
la opinión de un grupo de expertos médicos y se permitió a la
atleta volver a competir. Además, nunca se le retiró su
victoria de Berlín ni el premio económico.
El
punto anterior me parece muy relevante en el sentido en que, parece
ser que a criterio médico, quedó perfectamente zanjada y clara la
condición de mujer de la atleta, lo que pareció reducir el problema
a un asunto niveles hormonales…
Por
ello la IAAF estableció, para todas las atletas, un límite de 10
nanomoles de testosterona por litro de sangre como límite para poder
competir. Es decir, tanto Caster Semenya como otras atletas en su
misma situación deberían medicarse para limitar su producción de
testosterona si querían seguir participando en las grandes citas.
Y
así quedó la cosa…Semenya siguió compitiendo y cosechando
algunos éxitos, aunque a un nivel más discreto, hasta que la atleta
india Dutee
Chand, aquejada
del mismo problema, se
negó a tomar ninguna medicación
ni a realizarse intervención alguna e interpuso en 2015 un recurso
al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).
Con
ello consiguió que la norma quedara en suspenso hasta julio de 2017,
dejando
vía libre a la conquista de las olimpiadas de Río 2016.
Semenya, quizá en
parte al verse liberada
de los límites que le imponía su medicación, se convertiría
en ese momento en
la primera mujer sudafricana en volver a casa con un oro en pista. El
de 800 m. Su especialidad.
Un
nuevo capítulo
Un
nuevo capítulo es el que abre la última decisión de la IAAF,
exigiendo que
las atletas con hiperandrogenismo -antes de este 1 de noviembre de
2018- reduzcan
a 5
nanomoles la
cantidad de testosterona por litro de sangre para poder competir.
(Si, efectivamente. La mitad que antes…). De
no cumplir con estos valores, solo podrían competir como hombres o
pasarse a otras disciplinas
en las que no exista esta limitación.
Pero
la norma es también polémica y ha suscitado numerosas críticas en
otros aspectos como, por ejemplo, que solo aplique para las
competiciones entre los 400 metros y la milla, no teniendo efecto
sobre disciplinas como lanzamientos, o distancias mayores.
Realmente
parece una norma escrita pensando exclusivamente en una única
atleta.
Pero
en esta ocasión Caster Semenya ya no es ninguna joven asustada,
cuenta con el apoyo incondicional de la gente de su país y de su
gobierno y ha presentado batalla legal en el TAS. De sus recientes
declaraciones, me quedo con las siguientes frases:
“Solo
quiero correr naturalmente, como nací. […] No es justo que la
gente cuestione quien soy. Soy
Mokgadi Caster Semenya. Soy una mujer y soy rápida”
Fuentes
de información:
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