Hace tan solo
unos pocos días, una de esas curiosas vueltas de la vida y del trabajo nos
llevaron a mis zapatillas y a mí hasta la ciudad de Venecia.
Y aunque en
principio una minúscula isla del Adriático, arañada por sinuosos canales
navegables y edificada hasta unos límites de densidad que podrían considerarse
poco razonables no parece un lugar demasiado apropiado para el running, yo
estaba convencido de que debía ser posible.
Y estaba
convencido porque recordaba las imágenes del Huawei
Venice Marathon del pasado octubre (año 2018), donde los corredores
tuvieron que atravesar las calles inundadas del centro de la ciudad con el agua
hasta las rodillas, en un ejercicio más propio de un triathlón que de cualquier
otra especialidad deportiva.
Ya debe ser
especialmente difícil para las piernas recorrer los últimos kilómetros de un
maratón por las abigarradas calles de Venecia teniendo que subir (y bajar)
hasta 14 puentes que cruzan sobre los canales para, además, hacer el recorrido
chapoteando como un pato y con el peso de las zapatillas y la ropa mojadas…
Pero, por
otro lado, ¿dónde hay que firmar? Me parece que hubiera sacrificado con gusto mis Pegasus por poder contar que
estuve allí aquel día. Y aún más ahora, que sé de primera mano cómo es correr
por allí.
Como ya
habrán leído en alguna ocasión aquellos que se dejan caer de vez en cuando por
el humilde revoltijo de letras y kilómetros que es este blog, no creo que exista mejor modo de descubrir una ciudad que
a bordo de unas zapatillas de running. Y Venecia ha sido una sorpresa desde la
primera zancada.
De entrada,
aunque no hayas estado antes en la ciudad y solo la conozcas a través de la
televisión o de la iconografía popular, es fácil imaginar que las principales
calles van a estar repletas de gente y que no van a ser precisamente avenidas. Lo siento, pero toca madrugar.
Además, surge
la cuestión de saber la proporción aproximada
asfalto/agua que te puedes encontrar. Porque limitarse a dar vueltas a
la plaza de
San Marcos puede tener mucho encanto, pero después de cuatro o cinco
kilómetros debe resultar seguramente aburrido hasta para el más entusiasta.
Afortunadamente,
un rápido vistazo al heatmap de Strava confirma que existen rutas transitables
por el interior de la ciudad.
Así que, una
vez calzadas las zapatillas y con la camiseta
naranja del mundial de Media Maratón de
Valencia (toca hacer publicidad como buen valenciano, ya de paso),
otro compañero runner de expedición y yo nos lanzamos de buena mañana a
descubrir un camino transitable entre las tortuosas calles y los canales (un
saludo, Adrián).
Primera
sorpresa: En Venecia siempre hay gente. A cualquier hora.
Así que todo
el que se presente en esta ciudad con ánimo de salir un rato a correr que vaya
pensando una ruta que evite los principales focos de atención turística.
Olvídate
del tiempo (1). Es un laberinto.
En cada
bifurcación vas a dudar de la dirección a seguir y no siempre que llegues
frente a uno de sus numerosos canales vas a tener la suerte de encontrar un
puente ante ti. No te lo iban a poner tan fácil. Vas a tener que buscar cómo
cruzar.
Olvídate
del tiempo (2). Vas a parar a hacer fotos. Es inevitable.
La ruta que
podéis ver en la imagen parte desde la estación de tren y se dirige en
dirección sur, buscando el mar, con la idea de bordear la isla hasta el punto
en el que el Gran Canal desemboca en la
laguna. En esa zona se encuentra la famosa iglesia
de Santa Maria della Salute.
Llegar desde
la estación hasta la vía que bordea la isla resulta un poco confuso por lo que
os comentaba de los puentes y demás, pero después se convierte en un recorrido sencillo de seguir, aunque que en
algunos puntos se estrecha un poco (cuidado con no caer al agua) y hay pasarelas para cruzar sobre los canales si
prefieres no emplear las escaleras.
El recorrido
acaba de manera abrupta cuando la isla “se acaba” frente a la laguna, justo al
otro lado de la plaza San Marcos, con unas vistas
espectaculares.
En resumen y
para finalizar, mi consejo de siempre: Nunca te dejes las zapatillas en casa,
que siempre hay tiempo para unos kilómetros.
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